Día Internacional de las Personas Mayores - 1 de octubre
En el Día Internacional de las Personas Mayores, es esencial reflexionar sobre la discriminación por edad (edadismo) y queremos compartir una anécdota que pone de manifiesto la persistencia de estos comportamientos en nuestra sociedad. Esta historia nos recuerda la importancia de combatir los prejuicios y promover un envejecimiento digno y respetado.
Fernando Fernández-Gil Domingo
Coordinador de voluntariado y de fundraising privado en Fundación Alicia y Guillermo.
Edadismo y Matrix entrelazados
Aunque sea puntual, ¿qué impacto puede conllevar un comportamiento edadista?
Quiero compartir una historia real.
Previo a la pandemia, fui responsable de un programa de voluntariado que se desarrollaba en centros de mayores.
Al finalizar el acto, se me acercó uno de los voluntarios.
Me contó que durante su etapa profesional se había dedicado a la hostelería y que, aprovechando la jubilación, se propuso recuperar todo el tiempo perdido a causa de un trabajo tan esclavo.
Le pidió a su hijo que le enseñara algo de informática, y su hijo le vino a decir lo que lamentablemente a veces decimos en estas ocasiones, y que, con sus diferentes variantes, puede resumirse en el siguiente mensaje: “Esto ya no es para ti, no te vas a enterar de nada, va a ser una pérdida de tiempo para los dos.”
Pero lejos de dejarse influenciar por su hijo, decidió apuntarse como alumno a las clases de informática del centro de mayores.
Progresivamente fue adquiriendo conocimientos y habilidades, hasta que, transcurrido un tiempo, pasó de ser un analfabeto digital a ser uno de los monitores del taller.
Y es más: llegó un momento en que fue su hijo quien empezó a hacerle consultas sobre informática.
Justicia poética en estado puro. Todavía recuerdo su cara de extrema satisfacción mientras me lo contaba.
Esta anécdota la suelo contar en los talleres sobre edadismo que imparto desde la Fundación, comparándola con la película de Matrix.
Me explico:
Quien haya visto la película de Matrix recordará que, en cierto momento, el protagonista tiene que elegir entre dos píldoras: la píldora azul, si decide mantenerse en la comodidad y tranquilidad que le ofrece una realidad falsa; y la píldora roja, si decide salirse de esta falsa realidad para afrontar (y vivir en) la realidad auténtica.
Haciendo analogía, cuando el hijo se negó a enseñarle informática porque “esto ya no es para ti, no te vas a enterar de nada, va a ser una pérdida de tiempo para los dos”, al padre le hicieron escoger entre las dos píldoras. Afortunadamente escogió la roja: esto es, afrontar positivamente el desafío que le planteaba una nueva realidad. Fue la decisión correcta. Siempre lo es.
Ahora bien, ¿qué habría pasado si hubiera escogido la píldora azul? Entrando en el campo de los supuestos, podría haber ocurrido algo parecido a lo siguiente:
Con su actitud edadista, el hijo invalida los deseos del padre.
Esto le genera un sentimiento de inseguridad ante la adquisición de nuevos conocimientos.
La inseguridad que arraiga en él le lleva a no tener ningún propósito vital tras su jubilación.
Cae, entonces, en una vida sedentaria y pasiva, y su red social se va resintiendo progresivamente.
Esto termina derivando en un caso de exclusión social y soledad no deseada.
Y podríamos seguir, pero mejor no.
Así que sí: un comportamiento edadista, aunque sea puntual y aislado, puede tener una repercusión bastante mayor de lo que pensamos.
Afortunadamente el final de esta historia fue feliz, porque escogió la píldora roja.