Convivir es vivir

Blanca Jiménez, Psicóloga y Responsable del área social FAyG.

Si nos preguntamos cómo queremos envejecer, a todos se nos viene a la cabeza una pequeña lista de deseos: con salud (lo principal), cerca de nuestros seres queridos y en nuestro propio hogar (ya sea la casa que habitamos o una bonita mansión si nos toca la lotería, que soñar es gratis).

Uno de los principales miedos al envejecer es la pérdida de capacidades y no poder disfrutar de nuestros planes de futuro, tal como lo habíamos planeado, pero también cada vez es más frecuente el miedo a vivir situaciones de soledad no deseada: los cambios en las estructuras familiares, las distancias y el ritmo de vida, sobre todo en las grandes ciudades y las posibles pérdidas dentro de la red de apoyo hace que el círculo social se vaya reduciendo y aumente el riesgo de sentirnos solos/as y eso hace que aumente la preocupación por nuestro futuro y el miedo a acabar viviendo en un sitio que no sea nuestra preferencia (que suele ser permanecer en nuestro hogar, nuestro barrio, ese sitio donde nos sentimos más cómodos) al no encontrar soluciones satisfactorias para nuestras necesidades.

Existen nuevas alternativas de convivencia, más allá de las residencias tradicionales, y es un sector que va en aumento ante la creciente demanda de la población mayor, pero una posible solución consiste en compartir piso con otras personas. Esta opción tiene múltiples ventajas: poder compartir gastos y tareas, sentirnos más seguros/as, contar con ayuda para realizar las actividades más costosas y, sobre todo, tener compañía, apoyo emocional y los beneficios de las relaciones con los demás, intra o intergeneracionales. Es cierto, que de principio asusta un poco pensar en compartir nuestro hogar con otra persona, porque la convivencia a veces es complicada hasta con las personas más cercanas, por eso es necesario un conocimiento previo de esa persona para asegurar que compartís la forma de ver la convivencia, ver que sois de personalidades compatibles y establecer unas reglas de convivencia para poder disfrutar del tiempo compartido.

Muchas personas que sienten soledad participan en múltiples recursos (asociaciones, centros de día, etc.) pero la realidad es que el día es muy largo y el tiempo que pasan en ellos muy corto, al final llegar a casa y no tener a nadie con quien hablar cuando se desea es muy duro, el tiempo se alarga y las horas no pasan en el silencio de la casa, empiezan a aparecer pensamientos que no suelen ser buenos y a repensar nuestra vida y situación actual de un modo negativo. Poder compartir la vida con alguien que te apoye y aporte puede ser una solución para mejorar la calidad de vida a nivel social, económico y emocional y ser una experiencia muy enriquecedora para todas las partes implicadas.

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